Los viernes intento desaparecerme de Tijuana, por lo menos de Playas, para desintoxicarme de tanto estres y presiones cotidianas. El viernes pasado tenía pensado irme a Rosarito a caminar y pensar en la playa, pero me habló un compa que tenía boletos para ver una obra de teatro en San Diego, ni lo dudé. Nos fuimos como a las 6, ya para las 6:45 estabamos en casa de su novia en Chulavista y de ahi al centro de San Diego. La obra era en un localito pequeño y la obra se llamaba Marx in Soho, se supone que el mismísimo Karl Marx, desde el inframundo, pide regresar al mundo para limpiar su nombre, pero por errores de la burocracia es enviado a Soho en NY, en lugar de Londres. Así que desde ahì comienza su defensa. Es un monólogo largo donde propone sus ideas, nos habla de su esposa Jeny, habla de la pobreza que se cargo a sus hijos, de sus amigos los socialistas utopicos: Bakunin, Proudhon… pero sin duda la mejor parte es cuando defiende y presenta el efimero logro que tuvo el socialismo con ese extraño experimento que se da por llamar la Comuna de París. De verdad que logra hacerte sentir el peso de la represión y la pena de que ese tipo de logros terminen tan mal, tan ensangrentados.
La obra estuvo organizada por un grupo de gente de lo mas extraña que se llama San Diego activists y son los que convocan a todas las marchas contra Bush y sus guerras sin sentido. La verdad me dieron buena vibra, pero son extraños. Además pude encontrar un stand con miles de propuestas diferentes para hacer los viernes: por ejemplo una cosa que se llama bicicletas en masa, donde convocan a que todo mundo vaya con su bice a dar una vuelta por San Diego, nomas por el puro gusto de ver y ser vistos.
El calor en Tijuana está criminal estos días, llega hasta 28 grados, lo cual es un horno para los estándares locales. De hecho el fin de semana pasado fuimos a Testerazo, un ejido a una hora y media de Tijuana. El lugar es sumamente cálido, pero al caer la noche se convierte en un hielo, típico desierto mexicano. Pero a pesar de la diferencia de climas, no me arrepiento de haber visto el atardecer y las estrellas de la noche. Me imagino que son las pequeñas cosas que nos hacen sentirnos acariciados por Dios, sin verlo.