Caminando por la playa de Tijuana, observando el amanecer, compartiendo el viento fresco del verano con unas pocas personas que avanzan ligeras y dispersas por toda la orilla del mar, teniendo como telón de fondo a la islas Coronado y al cielo limpio del pacífico. Pienso en esto:
Hoy me he topado con dos extremos de la vida: he conocido a una mujer de 80 años que espera con paciencia la muerte y he visitado a una niña de 3 meses que tiene microcefalia y muy probablemente le espera la muerte en los próximo meses.
¿Que sentido tiene la muerte? ¿que hay después de esta vida? ¿dónde están nuestros muertos? creo que los seres humanos nos enfrentamos de tiempo en tiempo con nuestra orfandad radical y le ponemos máscaras. La muerte de otros, de los queridos o de los desconocidos, nos enfrenta a nuestra propia muerte, cercana o lejana, pero siempre, siempre segura. Lo paradójico aqui es que nunca vamos a saber las respuestas con total certeza; solo cuando lo experimentemos lo sabremos, pero entonces no podremos realmente saberlo, porque estaremos muertos.