Después de haber regresado del viaje a la Tarahumara, me quedaban 3 días de vacaciones antes de volver a la chamba. Tenía prometido ir a celebrar una misa a Los Ángeles CA, con amigos de Jalisco que viven ahora en California, así que decidí irme para allá los 3 días. En resumen la visita fue reveladora y me confirmó mucho en mi vocación como sacerdote jesuita. Me fui manejando, era la primera vez que me atrevía a aventurarme a EUA con un carro, la verdad estaba nerviosón, pero pensé que si he manejado en el DF, nada puede ser peor. Los freeways son lo máximo, ademas todo mundo va rapidísimo y no hay baches nunca, es decir, todo al revés de Tijuana. El único pequeño inconveniente fue que tuve que hacer la conversión de millas a kilometros y como no sabía la equivalencia exacta, creo que manejé todo el tiempo a exceso de velocidad, pero los gringos manejaban aun mas rápido, asi que no hubo problema.
Primero llegué a saludar a unos amigos en San Diego, ellos tienen un restaurante de comida mexicana, ahí aproveché para cargar las pilas comiendo un delicioso burrito y enfilé hacia Ontario, CA. Ahí viven otros amigos, con ellos llegué a dormir, porque me daba miedo llegar solo hasta Los Ángeles. Estos compas se portaron muy bien conmigo, me llevaron a hacer lo que todos los gringos hacen como deporte nacional: shopping. La verdad es que es demasiado seductora la vida de EUA, pero basta solo reflexionar un poco para darse cuenta de que la comercialización y el consumismo no llevan más que al vacío existencial, porque nunca nadie podrá tener todo lo que se quiere o se ofrece. En esto soy partidario de una sana austeridad solidaria, aunque sea tan dificl y tan mal vista en estos días.
Por fin al siguiente día mis amigos de Ontario me llevaron a Los Ángeles a la misa que tenía prometida en Lynwood. Yo pensaba que la misa iba a ser una pequeña celebración familiar, pero cuando me di cuenta estaba en medio de una marea de mexicoamericanos muy devotos y deseosos de comenzar la misa con el padre mexicano. La misa fue muy linda y al acabar hubo pozole, tamales, tostadas y todo lo que hablara de México. Había en el ambiente una especie de nostalgia por México y de hecho aunque yo no me sentí fuera de mi país, pude vislumbrar lo que significaba ser mexicano y habitante de un país extranjero.
Admiro mucho a mis amigos que viven en California, porque lo hacen por necesidad y no por gusto. Creo que serían muy pocos los mexicanos que decidirían quedarse en EUA si pudieran vivir en México con los mismos niveles de EUA, pero precisamente ese es el problema, si todo el mundo viviera los niveles de confort que tienen los americanos, los recursos mundiales se agotarían muy pronto. Es algo bastante complejo.
Habitar la frontera mexicana con la economía más potente del mundo es algo de verdad impresionante y muy ilustrativo, y pensar que todavía me falta mucho por conocer y experiementar!!!.